domingo, 29 de abril de 2007

A poco de observar las fotografías de Nina Molina, descubrimos que las mismas son producto de un registro de objetos exhibidos en escaparates o vitrinas comerciales, superpuestas a otras imágenes que entrevemos como reflejos o apariciones espectrales. La operación que propone la artista se verifica entonces en un procedimiento sumatorio que integra, reconstruye y resignifica el primer efecto de la mirada sobre esos escaparates. Molina establece así una discontinuidad o enrarecimiento que no puedo dejar de vincular a la noción de memoria, de espacio-tiempo, que Walter Benjamín planteara en el Libro de los Pasajes, cuando reflexionaba sobre la cesura o el relampagueo que le produjeran los escaparates parisinos en relación a la forma en que se construye la historicidad. Efectivamente, las imágenes de Nina Molina develan “un pequeño mundo dentro de otro”, porque la función de coleccionista visual que ejerce la artista es perturbada por una compleja operación de montaje. La evidencia documental del registro directo interactúa con esa suerte de “memoria fantasmal” que emerge recordándonos otra cosa que no es sólo la materialidad de los objetos retratados, sino más bien un hilo que nos permite desandar el laberinto de nuestra propia memoria.


Gabriel Gutnisky
Córdoba 2007

No hay comentarios: